A lo largo de su historia, los pueblos designados por los españoles como vilela desplegaron una
gran dinámica territorial ocupando la porción occidental del Chaco, el norte de Santiago del
Estero y las porciones adyacentes de las actuales provincias de Tucumán y Salta. Apenas
iniciada la ocupación colonial, algunos grupos fueron incorporados al régimen de encomiendas
y, posteriormente, a las reducciones jesuíticas que se fundaron a orillas del río Salado. Con la
expulsión de la orden, permanecieron asentados en las cercanías de los núcleos reduccionales
mientras que otras agrupaciones se disponían en las márgenes del río Bermejo, para
trasladarse hacia las costas del río Paraná, o bien hacia el norte, para asentarse en territorio
wichí.
Como en la gran mayoría de las situaciones vividas por los pueblos indígenas en la Argentina,
las referencias a la población vilela desaparecieron avanzado el siglo XIX y durante buena parte
del siglo XX. Es posible que, en el caso de este pueblo, su propia fragilidad demográfica y
organizativa se haya sumado a la ideología de la homogeneidad poblacional sostenida por el
Estado, lo que contribuyó a que se distribuyeran en pequeños agrupamientos en regiones
donde otros pueblos eran mayoritarios. Un efecto de estos procesos históricos lo constituye la
ausencia de reconocimiento por parte de la provincia del Chaco sobre la existencia de núcleos
familiares vilela, residentes tanto en el área rural de la provincia como en las periferias de
Resistencia, Sáenz Peña, Machagai o Quitilipi. En la actualidad, existen familias vilela que
residen en Rosario y en el Gran Buenos Aires.
gran dinámica territorial ocupando la porción occidental del Chaco, el norte de Santiago del
Estero y las porciones adyacentes de las actuales provincias de Tucumán y Salta. Apenas
iniciada la ocupación colonial, algunos grupos fueron incorporados al régimen de encomiendas
y, posteriormente, a las reducciones jesuíticas que se fundaron a orillas del río Salado. Con la
expulsión de la orden, permanecieron asentados en las cercanías de los núcleos reduccionales
mientras que otras agrupaciones se disponían en las márgenes del río Bermejo, para
trasladarse hacia las costas del río Paraná, o bien hacia el norte, para asentarse en territorio
wichí.
Como en la gran mayoría de las situaciones vividas por los pueblos indígenas en la Argentina,
las referencias a la población vilela desaparecieron avanzado el siglo XIX y durante buena parte
del siglo XX. Es posible que, en el caso de este pueblo, su propia fragilidad demográfica y
organizativa se haya sumado a la ideología de la homogeneidad poblacional sostenida por el
Estado, lo que contribuyó a que se distribuyeran en pequeños agrupamientos en regiones
donde otros pueblos eran mayoritarios. Un efecto de estos procesos históricos lo constituye la
ausencia de reconocimiento por parte de la provincia del Chaco sobre la existencia de núcleos
familiares vilela, residentes tanto en el área rural de la provincia como en las periferias de
Resistencia, Sáenz Peña, Machagai o Quitilipi. En la actualidad, existen familias vilela que
residen en Rosario y en el Gran Buenos Aires.
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